miércoles, 14 de febrero de 2007

NO HAY DOS SIN TRES


Y nada tienen que ver en esto Pablo y Pacho. Me refiero al triangulo “amoroso” que se libró en la casa, o el que nos quieren hacer creer que se libró.

En este rincón: Jessica. La joven aniñada, cursi y fantasiosa.
En el otro: Mariela. La mujer experimentada, viajada y analítica.
En el medio: Jonathan. El oportunista.

Juguemos por un momento a creer lo increíble, hagamos como que este triangulo es real y no una mera estrategia Jonathaniana. Juguemos a ser ingenuos y analicemos:

Mariela representa la carne, el objeto de deseo. Pero al mismo tiempo es la calma, la sabiduría, la palabra justa, los argumentos concisos y la adultez.
Jessica es la compasión, la ternura, la ingenuidad, lo infantil, la que habla de corazones y almas, la niñez.
¿Y que papel juega Jonathan en todo esto? Lejos del galán de turno, su función se basa en el querer agradar. La necesidad de agradar lleva irremediablemente al engaño. Porque el agradar es un hecho de facto, en cambio, la necesidad de querer agradar implica la supresión de las miserias propias y enaltecimiento de las virtudes. Hasta incluso el llegar a inventar cualidades que nos hagan mas deseados. Y en este punto se encuentra Jonathan. Su necesidad de sentirse importante radica en el simple hecho de que se lo hagan sentir los demás. O las demás en este caso. Y no es algo juzgable, vale y es loable. Pero el problema esta cuando esto pasa de ser un juego a ser real, y ya no hay jugadores en riesgo sino personas.

A Jessica poco le importa todo este enredo, porque su atracción se debe a una suma de factores que bien pueden ser sinceros pero cuyo denominador común es la estrategia. ¿Qué gana Jessica con todo esto? Desde la victimización, poner al descubierto el accionar de dos personalidades fuertes de la casa para que sean juzgadas con derecho, por el resto de los integrantes. Por eso esto no queda en ella, por eso la necesidad de exteriorizarlo con cuanto compañero se le cruce, con el “ O a vos no te parece que tengo razón?” como estandarte.

Mariela por el contrario, tiene más para perder. Su error esta tanto en el hecho como en la forma. No le ayudo confesar que le atraía Pablo al principio, porque entonces se da por sentado que su interés por Jonathan no es tan magnifico, por lo tanto… se agrava aun mas el hecho de la traición. Traición a una amiga confesa admiradora de las dotes sensuales del joven de rulos. Porque no solo se le castiga que haya traicionado a su amiga, sino que se la castiga aun más por haberlo hecho por alguien quién no le interesa demasiado. En este momento es el punto clave para que de un paso al costado, sino la van a terminar devorando. Una vez fuera, el juego de Jessica y Jonathan decrece. Pierde interés. Sigue el histeriqueo pero deja de servirles como estrategia.

Habrá que esperar entonces a ver cual es el siguiente paso de cada uno de los jugadores. Y no solo yo lo espero, Gran Hermano también. No es casual que la prueba de esta semana obligue a varios de los integrantes a estar unidos por un largo periodo de tiempo. Que no les sorprenda ver mañana atados a Jonathan con Jessica y Mariela.

LA ERA DEL HIELO... DERRETIDO


El hielo derretido, ya ni siquiera es hielo: es agua.

El lunes abandonó la casa, la integrante más fría de está nueva edición y como era de esperar su “afuera” diluyó esa frialdad y la convirtió en nada.
El tape de sus días en la casa fueron apenas 20 segundos que mostraban a la esbelta Silvina luchando contra el avance raudo de las estrías. Eso fue lo que dejo. Eso fue lo único que nos dejo la entrerriana.
Falta esperar que con el paso del tiempo, y la autorización del cuerpo psicológico, los periodistas empiecen a preguntarle aquellas cosas que se dijeron de ella. Que la enfrenten a su pueblo y que indaguen sobre su exagerada (casi patológica) lucha por la preservación de su intimidad.

De más esta decir, que cada uno es libre de decir o dejar de decir lo que quiera. Pero claro está, que al entrar a una casa en la cual vas a estar siendo filmado las 24 horas del día poco espacio queda para el ser reservado.
Hasta la misma Silvina lo vivió con angustia. En ella se libró una lucha interna entre el deber y el querer. Esa sensualidad que dice haberla llevado a conseguir 13 títulos de belleza, no se vio en absoluto.

Ya sé que ser la reina de la bergamota no es muy relevante que digamos, peor el tema esta en lo que fue a buscar esta chica. Según sus propias declaraciones, su ingreso en la casa fue a raíz de su pasión por el modelaje y la fotografía. A juzgar por sus actitudes, ninguna lente soportaría tanta frialdad. Y eso que nosotros tenemos una Valeria Mazza, que no representa precisamente la gran calidez (ni sus crías de niños perfectos rubios de ojos claros y enternecedores le ayudaron) pero lo de Silvina es peor. Quizá radica en esta tendencia a creer que sólo las modelos andróginas representan arte, las alegres la chabacanería. Quizá Silvina se lo tomó en serio. Demasiado en serio. Pero el problema está en que esta nueva generación sólo debe representarlo por los minutos que dura una pasada, Silvina lo intento hacer durante mas de un mes.

Aburrió. Aburrió adentro de la casa. Aburrió afuera de la casa. Ni los móviles organizados por sus amigos en su pueblito natal lograron darle un poco de color a esta persona invisible.

Creo que el mayor problema de Silvina fue el exceso de pacatería. Y la contradicción. Porque si bien los alumnos, esas blancas palomitas que ella recordaba a cada momento, no se habrán enterado de las preferencias sexuales de la profe, si la vieron llorar por una crema anti-estrías, histeriquear a Pablo y generar sospechas sobre su pasado. Y eso, siguiendo la línea de pensamiento de Silvina claro esta, sería suficiente como para perder autoridad frente al aula. Pero otra vez se equivoca nuestra querida amiga, porque no es autoridad lo que pierde, es solemnidad. Y un profesor que no es solemne, no deja de ser respetado Porque si insistimos en seguir el pensamiento de Silvina, ya el simple hecho de haber entrado al reality mas visto de esta temporada, arrasa con todo tipo de autoridad que pueda tener.

Pero se fue. Y se encargo de, hasta en los últimos cinco minutos, reafirmar la teoría de su superficialidad y falta predisposición para la integración: cuando al enterarse de que debía abandonar la casa, en vez de saludar a sus compañeros, se encerró en el cuarto con Pablo a ponerse brillito de labios y darle un poco de volumen a su pelo.

Y creo que esa imagen resume a la perfección su paso por Gran Hermano 2007.